jueves, 6 de enero de 2011

Cotton XI - "Las Espigas del Destino"

co-producido con Capitán Anarquía y con el asesoramiento espiritual de Maracaná

"Dejá que entremos, y que hagamos todo lo que tengamos que hacer. Evitemos la paradoja y sus consecuencias que escapan a nuestro entendimiento", dijo Rosbif 2. "Te ofrezco negociar de igual a igual los términos de la rendición de la Tierra con la Vaca Madre..."

El eco de la vaca clonada parlante extraterrestre llegó a mis oídos como un susurro lejano, de mejores épocas, tiempos de pechos de miel y vino y rosas. Me estaba ofreciendo negociar: el arte de llevar a cabo discusiones equilibradas para alcanzar buenos puertos, prosperidad, paz, de una forma recíproca.

Recordé súbitamente, como un relámpago acudió a mi mente, una discusión similar que tuve con mi padre, Piotre Primero.

"Dejá que entremos y que hagamos todo lo que tengamos que hacer", me decía.

El mundo se resquebrajó súbitamente y las ansias de alcanzar de buena gana una rendición terrestre y de dejar tranquila la línea de tiempo desaparecieron a la vez que Rosbif leía en mi rostro la catástrofe que se precipitaba.

"NO ME VAS A METER COSAS EXTRAÑAS EN EL CUERPO NOVILLO ENDEMONIA'O"- grité mientras blandía el revolver.

"NO NO, no quise decir eso, Piotre; por favor recapacitá--"

Tuve opción de dejar el portal abierto, de latigar a la tierra con años y años de despotismo bovino que llenarían los capítulos 9 de los libros de historia, que serían una horrible crónica de los años oscuros en que pocos animales destinados para el consumo interno y predominantemente externo nos manejaban como peones en un ajedrez.

Pero avancé un par de pasos y casi le toqué la quijada con la punta del chumbo.

"NO ME VAS A METER COSAS EXTRAÑAS EN EL CUERPO PAPÁ; YA NO MÁS"

Papá podía ejecutar el 5º movimiento de la 9º de Beethoven con el culo de cualquier criatura, pero en algo tenía razón, eran como trenes: las mujeres, las vacas, eran todas iguales.

"Cerrá el portal o una familia hoy cena colita de cuadril".

La vaca estaba desfigurada del miedo. Rapidamente deslizó las pezuñas sobre el control del Portal. El color comenzó a desvanecerse, y donde antes hubo amor, cenizas quedan.

Hubo mutis en el foro y la vaca me miró con ESA cara. La cara de detrás del alambrado.

"Prefiero perderme en el tiempo-espacio y terminar como un mimebro de la banda del lechuga antes que dejar a tu raza colonizar mi planeta".

"No es necesaria más violencia", dijo Rosbif 2 todavía tieso. "Está haciendo efecto. Lo que has lanzado sobre la historia, ahora se ve plasmado en--"

Y fue lo último que oí de Rosbif 2. Su cara se contorsionó en una extraña mueca cómica y se relajó completamente.


Entonces supe que no estaba sorprendida. No estaba anonadada, no estaba asustada, furiosa o sufría de un incontenible furor uretral, no quería limón ni granizado, ni estar mirando Gran hermano. Quería pastar.

"¿Qué te pasa?", susurré.

La respuesta era inevitable.

"MOOOOOOOOOOooooooooooo".

Y todo tuvo sentido. Porque ya no le hablaba a una vaca extraterrestre en una base espacial gigantesca que se cernía sobre la pachamama para lanzar setecientos lustros de ubres de fuego. Estaba frente a una lata de palmitos La Campagnola, en una góndola que refrigeraba. Como se debe.

"Yo sé que esos palmitos son malos, yo se lo digo, mi Jorge se comió uno y estuvo cien días con diarrea explosiva cagando fuego de mil colores. Ni tuvimos que comprar pirotecnia esas fiestas"

Me di vuelta y una viejecita era la que hablaba. Mis ojos desorbitados y mi mandíbula floja la deben haber asustado porque se tragó las palabras sobre su incontinente marido y siguió comprando.

Miré en derredor, arriba abajo, todos los costados, a bailar el baile del marciano, y no podía creer dónde estaba. En un lujoso supermercado para la clase media empobrecida de mi querida pachamama. Sobé la baranda de la góndola para comprobar que no eran un producto de mi pobre mente. La baranda no me habló, las arvejas no me gritaron a todo pulmon "HIJO DE PUTA" ni nada por el estilo.

ESTABAN BIEN CALLADAS GUEY

Salí del supermercado tambaleándome, sin poder creer lo que acababa de pasar. Ni bien crucé la puerta, miré el cartel, para ver si mi acción había lanzado la Tierra a las manos de Jacobo Winograd y ahora el Cotton era "Billete Mata Toledo", o "TODOS cortes de la polinesia". Pero no, ningun judío era dueño del Cotton. Bueno, en realidad eso nunca lo averigué, pero el letrero refulgía glorioso en un neón cancerígeno con las letras que en su conjunto formaban el GRAN COTTON.

Crucé la calle mirando el asfalto. Las rayas seguían en su lugar. Esas blancas que marcan el camino que debe seguirse en la calle. Los semáforos tenian tres colores. El sol era natural, la gente me miraba como si fuera un ladrón, los locales estaban cerrados a las 3 de la tarde por la inseguridad y un Gatorade me costó 23 pesos. No pude contener un grito de alegría y como buen argentino me bajé los pantalones y pagué los 23 mangos.

La gente manejaba el español, la gravedad todavía era una constante universal. ¿Cómo era posible? ¿Cómo seguía yo existiendo? Las películas me habian enseñado que cuando las alverjas hablan y los rastas toman un supermercado, si altero la linea de tiempo, por la calle gatean bebés de diez brazos, o Nixon es presidente -esa me la enseñó Watchmen-. ¿Había jugado yo con el Padre tiempo y había salido victorioso? ¿Un simple ser humano, capaz de eso?

Pero entonces todo empeoró. Ni bien doblé la esquina -ni le había metido un chupetazo al geitoréi- me topé con una carnicería. Al comienzo no noté ninguna diferencia, pero algo me llamó a su interior y un buen hombre con un bonete blanco me preguntó que se me ofrecía. Los precios eran demasiado baratos. La carne era barata. Un kilo de peceto salía ocho pesos. Le pregunté quién era el presidente y en qué año estábamos.

"Estamos en el 2011 y el presidente es MO MO MOO MO MMOO--"

Empalidecí. Sentí que me chupaban la vida y la metían en una máquina con engranajes para sacarle la pulpa, deshidratarla, empaquetarla y vendérmela como postre Okei. Hubiera preferido que las arvejas me hubieran comentado el resultado del superclásico del domingo anterior, a esto que acababa de oír.

Corrí. Corrí por muchos días y muchas noches, en un frenesí extraño, apocalíptico, sexo ibiza. Me encontraron vociferando a viva voz trepado al monumento a la bandera, me tuvieron que bajar a balazos de tranquilizantes para chimpancés. Me arrastraron a un asilo pestilente donde no pude organizar ninguna resistencia contra las vacas, las vacas que nos gobiernan, que lentamente y como lo planearon desde el comienzo, estan tirando los hilos de la corporatocracia, matando a los que se ponen en el camino--


Levanté la cara. Miré a los demás. Maracaná y Anarquía estaban comprando sambuchitos en el kiosquito al costado de la ruta. Sólo quedaban Sally y Adefesio, escuchando atentamente al hombre que acababa de narrarnos la epopeya homérica de cómo había viajado por el tiempo para salvar a la tierra de las vacas.

No me busco este tipo de experiencias; para eso me meto en una bañera con sales minerales y meto una tostadora phillips en el agua. No, Dios sabe que no me busco esta gente. Pero las vacaciones del NUCLEO DELIRANOIDE ILUSTRADO son extrañas, siempre que se dan, siempre que ven la luz.

Estabamos en una gloriosa citroneta, la citroneta sobre la cual habíamos recorrido el glorioso norte Argentino. El repentino suicidio de Hobbit D' Chagar (nota de suicidio aquí) nos hizo dar cuenta de lo eternum sanctum de la vida que cada uno de nosotros tenía, y nos tomamos unas vacaciones forzadas para descansar. El aire de la carretera, Pappo en la compactera y un canario para la compañía que murió a 30 km. de Mar del Plata -creimos- nos revitalizaría. [Para un detallado mapa del viaje realizado, pulse más allá ACÁ ]

A la altura de General Roca, mientras que Adefesio meaba una paja (acá quedaba ideal un chiste pero tengo que hacer un diálogo y ni ganas*), mirando el horizonte, Anarquía había susurrado que habia escuchado algo en la espesura. Campos de pajas nos rodeaban asi que desoí su preocupación.

"Probablemente sea la yerba esa, Adelgamate sabor pepino, que recomendó Lord Garchen, que te hace alucinar"

"No, mirá!", dijo, y señaló en la dirección en que Adefesio meaba. En efecto, las pajas se movían y Adefesio ya guardaba la manguera pa' dentro por si saltaba un tigre de bengala. Finalmente las pajas cedieron y lo que salió distaba mucho de ser un animal exótico. Un hombre con un pijama andrajoso se tambaleaba en dirección a la citroneta.

Maracaná masculló algo como "no dejen que toque la citroneta", pero no fue necesaria su advertencia. El hombre se desvaneció frente nuestro y cayó de bruces.

"Las vacas vienen, las vacas vienen, sálvenme, sálvense", gimió incoherentemente.

Lo subimos a la citroneta del NDI donde vertimos agua en su jeta muy cariñosamente. El hombre habia tardado en reaccionar y Anarquía ya maquinaba los planes para descuartizarlo y tirarlo a los cerdos de la granja que habia a diez kilómetros. Parecía alterado. Anarquía. Y el tipo que habiamos levantado también.

Mientras se turnaban el volante los muchachos que estaban capacitados para hacerlo -yo soy el guía espiritual, como el baterista con síndrome Down en la banda Reynols-, el hombre, luego de que le probáramos que no estabamos planeando el derrocamiento del gobernador de Chubut para reemplazarlo por un bife angosto, nos contó su historia.

Tardó casi todo un día, mientras nos deslizábamos por Neuquén, en contarnos su Odisea. La odisea que lo llevó de un supermercado nacional con productos parlantes Primer precio, a un rejunte rasta, a un cleptómano con nombre de figura geométrica griega, a una conspiración alienígena de bovinos adelantados, a una ingesta repentina de azucar

"ERAN MUCHAS GOMITAS, DEMASIADAS GOMITAS PARA DIGERIR"-sollozaba. La historia arrancó algunas lágrimas de Sally y hasta yo me sentí movido a llorar, pero tengo una Glándula del Terror como los Manos y si lloro, muero. Asi que, no.

Ya atardecía y habíamos alcanzado una Estación de Servicio G3. Adefesio dijo que tenía que parar para mear. Como siempre y para variar, se dirigió a los pajonales.

Bajamos a este buen hombre -que dijo llamarse Piotre- un rato para que tomara aire. Y mientras, deliberamos qué hacer con él.

-Está muy pirado- dijo Maracaná. -Lo quiero en el Núcleo.

-Esta muy droga-respondí yo, mirando a Anarquía y esperando que me secundara. -Creo que hay que dejarlo, mirá si a la noche saca una navaja y en un movimiento Sudoku nos corta a los cinco la garganta.

-Lo quiero en el Núcleo-dijo Lord Garchen. Me miró esperando que lo fecundara.

-No-dijo Anarquía.-He visto películas en que los japoneses asesinan con un escarbadientes y un rascabarba desafinado. Hay que deshacernos de él.

-Voto por que lo dejemos-dijo Sally.- Ademas vamos apretados en la CITRONETA DEL NDI.

CITRONETA

Volvió Adefesio y también aceptó que lo dejáramos. Entonces llamamos a Piotre.

-Piotre-comenzó Anarquía-, debemos abandonarte aquí porque se nos rompió la dirección hidráulica.

-Soy mecánico, puedo arreglarla-dijo.

Alguien tosió.

-Pero también rompió los solenoides de cobre purpirinico.

-Puedo fabricar un poco sólo con orina y estas piedras-dijo, sacando piedras del bolsillo del pijama.

-Piotre,-dije poniéndole una mano en el hombro-llega el momento en toda vida de todo hombre que debe abandonar al rebaño para proseguir su lucha de forma solitaria. Este es tu momento. Hacé tu lucha, derrotá el mal, hacenos orgullosos.

A Piotre se le llenaron los ojos de lágrimas. Asintió y bajándose de la citroneta, se dirigió al café de la estación de servicio.

Con un peso menos encima -se entiende- proseguimos con nuestro viaje. Llegamos a Jujuy la mañana siguiente y paramos en un hotel chico. Prácticamente habiamos olvidado el suicidio de Hobbit D' Chagar y ahora estabamos en plena vacación merecida.

Estaba saliendo del hotel cuando me llamaron desde la habitación a gritos. Me tomé mi tiempo para subir -porque olvidé como hacer resucitación- y cuando llegué estaban todos alrededor del televisor de 4 pulgadas de la habitación de Maracaná.


Nos recorrimos las caras con los ojos casi desorbitados. Recordamos a Piotre hablando de su cruzada contra las vacas. Sus gestos, su tono, el detalle de su narración. En las noticias decían que no habian podido dar con el paradero del hombre responsable, pero que existía material para identificarlo. Sin embargo, el hombre de las noticias no era Piotre. Piotre era blanco, mediano, divertido, goloso, 90-60-90, a full con todo. Ese hombre no era Piotre. ¿Podía Piotre habernos dicho la verdad? ¿Era un viajero en el tiempo?

En cinco minutos estábamos deshaciendo la ruta volviendo a Neuquén, extralimitando la Citroneta a unos osados 80 kilómetros por hora.

-El motor no aguanta-casi gritó Maracaná exasperado, aferrado al volante.

Por casi dos horas no hablamos. Cada uno de los muchachos estabamos tejiendo teorías increíbles en nuestras mentes. Cuando me preguntaron qué pensaba, dije que sabía quién había matado a Kennedy. Me desacreditaron completamente.

Estaba por explicarles cuando casi nos matamos por la maniobra que pegó Maracaná. Nos volvimos a ver -en lo apretujados que estábamos en la Citroneta- qué había esquivado.

-Una vaca mutilada-murmuró Sally.

Yo entrecerré los ojos.

-Que Dios te tenga en la gloria, Bovino- susurré.

-Está lleno-dijo Maracaná, y cuando volteamos hacia delante nos comimos la frenada del siglo. El campo estaba minado de cadáveres de lo que antaño eran animales remolones que nos dan la leche, la carne, y ahora el misterio.

Bajamos presurosos. Todavía quedaba alguien en el auto cuando escuchamos rápidos ruidos, como de azotes, adentrados en la espesura. Ninguno dijo nada, simplemente nos acercamos despacito.

Cualquiera podría haber saltado con un machete y habernos hecho comer el garron de las vacaciones de nuestras vidas, pero llegamos pronto a un claro donde todas las pajas habian sido destrozadas. Había tres cadáveres bovinos, y una figura en la noche, recortada entre la espesura y el horizonte. Gritaba y exclamaba insensateces, crípticas, similares a las que Piotre nos había contado calmadamente en el viaje. Estaba azotando a una vaca que todavía estaba viva.

-YO TE VOY A DAR, CONQUISTAR EL MUNDO. A VER QUIÉN CONQUISTA A QUIÉN. DALE DESGRACIADA HABLAME, YO SÉ QUE ME VAS A CONTESTAR ANTES DE MORIRTE, DALE CUADRÚPEDO DEL AVERNO

Nos paralizamos al ver semejante espectáculo. Pronto la figura dejó de golpear al finado animal, y se dirigió hacia nuestra dirección. Ninguno podía mover un sólo músculo.

-USTEDES SE VAN A METER CON TETRAEDRÓN? LA PESADILLA DE LAS VACAS? QUIEREN UN CACHO? MIREN QUE LES DOY

Levantó en el aire el garrote y estaba listo para dejarlo caer sobre la cara entera y simétrica de Sally cuando la vaca junto al tipo pareció moverse y musitar un mugido incoherente. Tetraedrón se sobresaltó y le asestó un golpe que hizo que apareciera el del Mortal Kombat y gritara "IUPIIII". Aprovechamos el desconcierto general y ese gran chiste y corrimos como trolas al auto. Entré lanzándome por la ventanilla, cosa que siempre soñé. Estaba subida y la rompí y me astillé las manos pero no hay drama porque vivo al filo.

Maracaná encendió el auto mientras Adefesio entraba por arriba del auto. Metió primera mientras Tetraedrón salía de los pastos con cara de asesino de masas. El conocimiento intensivo en GTA permitió a Maracaná esquivar las vacas muertas como un gran Yakuza y vimos como el loco quedaba atrás y se volvía un punto más pequeño.

Todos miramos hacia adelante. El sol estaba saliendo glorioso-en verano sale a las 4.34- y estabamos todos con los pañales cagados. Tejimos nuestras resoluciones en silencio mientras el sol ascendía a su trono iridiscente. Nadie me lo preguntó, pero yo sabía quién había matado a Kennedy.




*EPÍLOGO

Llegamos a la estación de servicio G3 donde habiamos dejado a Piotre. Lentamente nos bajamos. La brisa nos golpeó la cara. Adefesio y yo entramos al café mientras Maracaná, Garchen, Sally y Anarquía se fijaban cautos en los alrededores. Preguntamos por un hombre mediano, buen mozo, blanco, 90-60-90 goloso. El que preparó el café nos dijo que él ya había dejado atrás esa vida.

-No, no, uno con un pijama, como salido de un loquero.

Nos respondió que nunca había visto a nadie así. Nos reiteró que él había dejado esa vida, y agregó algo que me llamó la atención.

-Nadie entra en el café desde hace una semana, mas o menos. La estructura se cae, los baños no funcionan y el café está rancio. El negocio va mal, por eso ahora vendo estas chaquetas de cuero...

Salimos. Nos encontramos con los otros cuatro. Ahi estabamos los seis muchachos del NDI, mirándonos las caras. Bajo un cielo despejado, seis de la mañana y una citroneta eterna, habíamos empezado las vacaciones para olvidar el suicidio de un colega, y nos habíamos metido en una lucha sideral por el dominio de un planeta entre billones. Piotre no estaba por ahí, ni había por ahí señas de que hubiera estado.

Casi a la vez miramos al cielo. La enormidad azul, en poesía vasta analógica, nos devolvía la mirada. ¿Qué había ahí afuera? ¿Qué misterios no existían, qué misterios eran reales, y cuáles de los que existían nos involucraban? Parados en el costado de la carretera de la vida, en el camino, comprendimos que no comprendíamos nada. Aquello que había protagonizado Piotre, y que nos había salpicado, inmiscuyéndonos como simples testigos de la debacle extraterrestre, estaba ahí fuera. Piotre también. Tetraedrón también, estaba ahí fuera. Y el misterio de los bovinos, psicodélico como se mostraba a nuestro entendimiento, era una certeza. Quizá la certeza más ambigua de todas. ¿Un carnicero tartamudo le habló a Piotre? ¿O había algo detrás de la realidad diaria que el NDI no alcanzaba a iluminar? ¿Reconocieron al viajero del tiempo? ¿Lo ignoraron y lo que siguió fue casual? ¿Quíen era Piotre, y qué había pasado el día anterior, mientras nos narraba la historia?

Recordé la experiencia que habíamos protagonizado horas antes y recordé el mugido de la vaca moribunda, que nos había salvado. Un noble animal. No. Noble no. Justo. Un justo animal. Todavía, en shock, no podía pensar claramente, pero hubiera apostado una gran cantidad de dinero a que la vaca había pronunciado una palabra coherente. ¿Era posible? ¿Era verdad toda la vorágine lisérgica de Piotre?

El cielo nos miraba en silencio, como tímido y dolido por ser incapaz de respondernos.

Fui el primero del círculo que bajó la cabeza. Adefesio dijo que debía orinar. Levanté otra vez la cabeza y miré el firmamento. Con voz solemne, inquirí

-¿Mearías la paja?




FIN

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