martes, 9 de junio de 2009

Las LuisVenturas de Horacio Manfredi, Dtve. Priv. Dl. Conch. dT. Vie., Ex Copiloto de Ayrton Senna e Inventor del Sanguchato de Mortadelio

NOTA: No existe ninguna clase de animosidad política que anime a este relato, las personas reales son usadas sólo con el fin de divertir, entretener y lograr que alguien busque sus nombres en Google y termine por error acá. Somos patéticos. El Capitan Anarquía.

A muchos de ustedes, lectores, no les es ajeno mi pasado de Detective Privado, profesión que realizaba casi a modo de changa para mantener mi costoso tren de vida consistente en alimentarme sólo de comida que proviniera de la heladera de terceros, lo que me llevaba a desembolsar grandes cantidades mensuales en abogados, fianzas y tratamiento contra las quemaduras oculares de gas pimienta que me eran dispensadas por propietarios vigilantes. Es por esto que no me sorprendí cuando, hace unas semanas, alguien me llamó a la oficina a la cual hacía años que no concurría, al teléfono que hacía años no levantaba. Así empezó todo.

“Horacio Manfredi, detective privado. ¿Qué desea?” respondí, usando mi viejo alias laboral, que inventé a fin de mantenerme en buenos términos con la ley, que no tenía nada en contra de ningún Horacio Manfredi.
“Sr. Manfredi, qué grata sorpresa. Hemos estado llamándolo mucho últimamente, y lo único que recibíamos eran respuestas diciéndonos que ahí no había ningún detective privado, que era la oficina de un contador. Por suerte somos hombres persistentes y supimos al instante que se trataba de una cortina de humo.”
“Claro, por supuesto. Una cortina de humo. Vayamos al grano. ¿Qué es lo que quiere?”
“Necesitamos de sus servicios.”
“Desde ya, por lo que dijo, infiero que habla en plural porque representa a alguna organización. ¿De parte de quién llama? ¿El Gobierno? ¿El Partido Justicialista? ¿El Club de Cactus? ¿El Pentágono? ¿La Sociedad de Lesbianas? ¿El Grupo H.A.L.C.Ó.N?”
“No. Hablo en plural porque estoy con un amigo acá. Se llama Ricardo. Decí hola, Ricardo”
“Hola”
“Hola, Ricardo. Por que no me dice lo que necesita de mi... no sé su nombre. ¿Señor…?”
“En efecto. Necesito que vigile a un hombre que, según tenemos entendido, está implicado en un robo espectacular.”
“Un tesoro nacional ha sido robado en Argentina. El botín ha sido identificado como el Bastón Presidencial de Frondizi. Un sospechoso de sexo masculino fue visto en la escena del crimen.”
“Creí que no había habido testigos.”
“No los hubo.”
“Ah. Entiendo.” dije. Supe que estaba pisando terreno resbaladizo. Después de resbalar y caer recordé que había dejado la canilla abierta. Fui a cerrar y reanudé la conversación.
“Bueno. ¿Qué quieren que haga?”
“Sospechamos de un hombre en particular, que se estará reuniendo con otros hombres pasado mañana en un lugar público. Creemos que tiene el bastón y lo va a cambiar por dinero. Necesitamos que lo siga, averigüe sobre él, y recupere el bastón. ¡Si cae en malas manos, y sus poderes son utilizados para el mal, la oscuridad y el maleficio caerán sobre toda la Tierra Media, Frodo!”
“Me parece que se está yendo al carajo”
“Puede ser. Apagá la tele, Ricardo. ¿Esta interesado o no?”
Cavilé largamente.
“Por supuesto, no lo dudaría ni por un segundo”
“Ok. Los detalles llegarán a su casa mañana, por correo. Volveremos a hablar. Puede llamarme Berni.” dijo Berni.
“Muy bien” respondí yo.
“No hable con nadie de esto”, ordenó Berni.
“Por supuesto” dije yo.
“¡¿Otra vez se metió en mi oficina?!” gritó el Contador.
“¿Qué son esos gritos?” preguntó Berni.
“Nada. Me voy” dije yo, y colgué.
“¡Mire lo que le hizo a mi cerradura nueva, bestia! ¡Váyase o llamo a la policía! ¡¿Qué carajo hace con esa mayonesa?!” vociferó el Contador.

Yo cerré la puerta de la heladera y corrí. Creo que por el camino, de tantas cosas que había metido bajo mis brazos y dentro de mis pantalones, se me cayó un táper con vitel toneé. Esa noche, frente al microondas, lo extrañé mucho. Lloré amargamente.

Yo en una de mis misiones de infiltración en una reunión de accionistas de Vienissima. Tiempos dorados.

DÍA 2

Desperté y lo primero que vi fue un sobre deslizándose por el espacio entre la puerta y el suelo. Abrí el sobre de papel madera que tenía escrito “Sr. Manfredi” con excitación y adentro encontré una nota y una foto. La nota decía:

“Le informamos que se procederá a hacer el embargo de bienes como reembolso por la venta de una papa a un cliente inocente en Mercado Libre que creyó que se trataba de una Pokebola Altiplanesca. La resistencia es inútil. Besitos, la Junta Directiva.”

La foto era de mi gatito con una navaja en el cuello. Después de que se llevaron mi puerta, mis muebles, mi casa y removieran el terreno con una máquina muy potente, el cartero me trajo una carta que traía la información sobre el sujeto.

NOMBRE: Ricardo Pastrami Jr.
EDAD: 47 años.
OCUPACIÓN: Pastor de la Iglesia Genital Del Reino de Dios. Vendedor de Humo titulado por la Universidad Argentina de Sanata, Chamuyo y Venta de Humo.
Creemos que posee, ya sea por haberlo robado o como resultado de un encargo, el Bastón Presidencial de Frondizi. Como prueba poseemos –esta parte esta tachada, como si alguien hubiera presionado la lapicera muy fuerte rayando hasta romper todo-.
ASPECTO FÍSICO: Es uno medio pelado, medio alto pero no tanto, medio cara de persona común.
OTROS DETALLES: Le gustan las caminatas en el parque, ver el ocaso en la playa y cagar sobre los parabrisas de los Twingos, subido a un árbol y haciendo ruidos de paloma. Autodeclarado fanático acérrimo de Chacarita, su amor por este equipo es tan grande que se impone sobre su total desconocimiento del significado de la palabra “acérrimo”. Calza alpargatas, vota por los peronistas y es capaz de matar por la mariscada. Su debilidad principal: comprar pelotudeces de todo por dos pesos, como portarretratos inútiles o los perritos que mueven la cabeza para poner en el auto, de los que tiene una colección vasta.
QUESO PREFERIDO: Adler triangulito.

Terminé de leer el reporte e intenté guardármelo en mi bolsillo, pero luego descubrí que se habían llevado mis pantalones. Lloré amargamente.

DÍA 3

Este era el gran día. Ya que me había pasado el resto del día 2 buscando un lugar donde quedarme, una camisa que ponerme y un poncho con que taparme, estaba listo de nuevo para la acción.

Rumbeé a la mañana a la casa de mi objetivo.Me tomé el 552, que me dejaba. Me lo tomé al revés y no me di cuenta hasta que estuve en el puerto. “Jamaica no problem” me dije a mi mismo, y cubrí a pie la distancia restante. En mi camino me sonrieron innumerables Franciscos de Narváez: con cierta alarma noté que los carteles ganaban terreno pasando de paredes y letreros a pisos, árboles, las nucas de la gente, etc. (juraría haber visto uno en una boca de tormenta, pero quizá era solo el reflejo del agua de uno que se yerguía enfrente, pegado en un perro callejero). Y pensé “Que loco, pensar que hace alguno

VOTAME o VIOLO a tu VIEJA

Llegue al Templo(o Parroquia, Santuario, Ermita, Iglesia, Julio, Enrique) Genital del Reino de Dios: era un edifico alto, imponente, del cual salían personas con las almas llenas y los bolsillos vacíos. En el interior un Pastor estaba oficiando una misa, ceremonia, oficio o culto de alguna clase: lo que yo pude apreciar era que no se trataba de mi objetivo y que tenía un acento extraño.

“Es ese acento… ¿ruso?” le pregunté a un feligrés que escuchaba extasiado
“Si. El padre Iurchev viene de las tierras del hielo y las tormentas, del sol de medianoche donde...”
“Si, si, pero, ¿no provenían estos tipos del Brasil?”
“Según lo que escuche, ahora que subió el real y bajó la cabeza de venado (moneda oficial de algunos países de Europa del Este) es más rentable traerlos desde allá y enseñarles los oficios”
“Wow. Usted sabe mucho. ¿Qué hace acá?”
Me miró con extrañeza.
“Y… vengo a pagar el diezmo, como todo buen creyente, porque es re importante pagar el diezmo, si no, Diosito nos va a diezmar a todos nosotros, y yo no quiero que Diosito se enoje conmigo, yo quiero ser feliz y que se me cure el callo, por eso vengo a pedirle a Diosito, y recorro el Camino de la Sal, me lavo la barba con el Jabón Facial de La Providencia y compro la versión remasterizada de “Los 100 Mejores Salmos De La Iglesia Genital” con los bonus track que incluyen los jams y las versiones extendidas de los temas con 50 minutos más de solo de Monje Vociferador” me dijo de un tirón y me miró como a un maratonista con parálisis general progresiva.

Consideré prudente alejarme y me acerqué más al púlpito donde el padre Iurchev vociferaba sobre la importancia de la fe y hablaba con un hombre que, según dijo, había perdido su pierna en Malvinas (“Malvinas y Chacabuco”, recuerdo haber pensado) y la había recuperado gracias a la oración y a la Iglesia Genital.

Me acerqué a un creyente que engullía un sanguche de milanesa con afán.
“¿El Pastor Pastrami, sabe donde está?”
Giró la cabeza como si fuese un regador en una calesita.
“Está en su Oficina” dijo y abrió grande la boca, vocalizando cada letra y cubriéndome de trocitos de lechuga y carne medio masticar.
“Debo infiltrarme allí” me dije y después me di cuenta que estaba hablando en voz alta porque el tipo me miro y
“¿Adonde?” me dijo.
Veloz cual un Google con cagadera le repliqué:
“En el Reino de Diosito, donde más”
Me miró satisfecho y siguió oyendo y mascando su chegusán con placer.

De repente le oí decir al pastor que ahora cantarían una salmonella o algo. Me dije “Esta es la mía”.
“Perdone” me dijo un feligrés con una hojita de canciones en la mano, y me la dejo sobre le banco de nuevo. Tengo que dejar de hablar en voz alta, me está perjudicando.

En fin, mientras todos entonaban un cántico, yo me acerqué a un lustroso y brillante jovencito de blanca camisa, un cebollita de pastor, que vestía la blanca camisa y pantalones grises que los caracterizan. No dudé un segundo que ese joven podrá proveerme del disfraz que precisaba para infiltrarme, pero no sería fácil. Debía jugar mis cartas bien, con el mayor de los cuidados, fríamente, como Sub-Zero viajando en moto a toda velocidad por una ruta patagónica, como el profesional que soy. Me acerqué a él como por descuido y le dije:
“Amigo, tenés roto” y le señalé su inmaculada camisa.
“¿Dónde?”
“Aguante Racin” le respondí y le propiné con puñetazo devastador en la cabeza. El joven cayó redondo al suelo y lo arrastré al baño. Nadie me vio, todos cantaban en una ronda, alzaban las manos, gritaban "Ae! Ae! SHAKALAKA U! U!" y creo que estaban quemando algo.

Algunos minutos después (después de intercambiar ropajes con el joven y, aprovechando su inconciencia, ponerle los huevos en la cabeza y sacarme una foto con el celular en esa postura para postearla en la Internet) salí del baño trajeado y me dirigí con decisión hacia la Oficina del pastor Pastrami.

Cuando entré me recibió el pastor vociferando. Estaba solo.
“Pibe, hace 40 minutos que le pedí un quesito al pendejo ese que estaba vestido como vos y no me lo trajo. Decile que se apure o traémelo vos, la puta madre” grito.
Salí de la Iglesia, me cruzé al kiosco y compre un quesito Adler. Los huevos Kinder estaban como 4 mangos. Ya no se puede vivir en este país, lo que necesitamos es un GOLPE de timón y la única persona que puede darlo es
EL VANDALISMO DE LA CAMPAÑA SUCIA TAPÓ NUESTROS CARTELES. AHORA, MIRA A MIS OJOS Y OBEDECE: AMAS A FRANCISCO DE NARVÁEZ. LO AMAS. LO VOTARÁS. LO SEGUIRÁS. SI SE VUELVE CANTANTE, COMPRARÁS TODOS SUS CDS. SI TE DESPIDE, LE AGRADECERÁS. SI MATA A TODA TU FAMILIA Y TE DEJA A LO ÚLTIMO PARA QUE VES COMO SUFREN, LE BESARÁS LOS ZAPATOS Y LE PASARÁS BETÚN, HUMANO INSIGNsin mucho más que hacer ahí, volví a la Iglesia Genital.

Cuando entré a la oficina, el pastor estaba recibiendo a unos tipos que portaban un maletín. Le entregué el quesito, atento a cada movimiento. Ese maletín debía contener el Bastón.
“Gracias pibe”, me dijo, “Ahora volá de acá”.
Ahora sí. Esta era la mía. Si salía por esa puerta, no iba a volver a tener una oportunidad en mi puta vida. “Es ahora o nunca, tengo que agarrar ese maletín” me dije.
“¿Que carajo decís? A ÉL” gritó el pastor.

Por suerte para mí, sonaba de fondo un tema de Rodrigo pero con la letra adaptada (“Despertó una mañana y se sintió tan rara/ y el pastor de barrio le dijo “Estás endemoniada”) y todo el mundo sabe que la bailanta me potencia y saca lo mejor de mí. Los tipos eran dos, y grandotes. Estaban en rotunda superioridad física, me tenían rodeado y si me pegaban un golpe me dejaban .rar. Pero me tenía confianza ciega, mis habilidades de combate son únicas. Uno de los grandotes se me vino ciego, con el puño preparado.

Y ahí pelé la 38.

Esta no la tenías, buacho.

Se quedaron todos muy quietitos.

“Bueno, basta de circo y venga el maletín o voy a hacer que los puedan arrastrar con un imán” dije. Ya era tarde para la sutilidad. Uno me acerco el maletín, sin intentar nada raro. Yo no lo debo haber interpretado así porque le di un golpe con la pistola cunado se acerco y creo que rompì algo porque colapsó al suelo gritando “Mi PUTO CRÁNEO”.

Parecía un buen momento para retirarme y me acerqué a la puerta. Pero fui lento y el Pastor agarró un vasito que había en su escritorio, y me lo tiró en la cara.
“Es el REFRIGERANTE DE CRISTO, INFIEL”
Trastabillé y se me cayó en revólver, que se disparó al caer. Ahí fue cuando se dieron cuenta que era de cebita. Corrí, mientras muy de cerca me seguían un matón y el pastor. Me mandé por pasillos desconocidos tratando de perder a mis perseguidores, ví que matón gordo se quedaba sin aire y patinaba con un papelito de Quesito Adler, y de pronto me metí en una habitación oscura. Creo que alguien gritó “No”.

Prendí la luz, y me di cuenta que la habitación era más grande de lo que yo creía. Digamos, un 25*8. Estaba llena de góndolas, y sobre ellas… perritos. De esos que pones en el auto y mueven la cabeza. MILES DE ELLOS, UNO TRAS OTRO. ME MIRABAN, todos, y movían sus cabezas (no sé como, no había viento ni movimiento). Me habían rodeado. Había entrado al Santuario del pastor Pastrami. Me mandé por entre las góndolas buscando una salida, pero no había. Se abrió la puerta, y quede confrontado con el Pastor.

“Hijo”, empezó a decir “supongo que sabés lo que hay en esa maleta. No te puedo dejar ir con eso. Me costó mucho. La comunidad necesita ese Bastón. Con él he de guiar la procesión que lleva a todos nuestros feligreses desde Chichilo hasta el puente de la avenida Carballo sobre el arroyito, a pie.”
Saco algo de su camisa: era un machete. Tenía escritos los principales ríos del mundo y las ciudades que habia en sus orillas. Lo hizo un bollo, lo tiro al suelo y sacó una tremenda faca. Yo estaba más jugado que Quilmes de visitante. Desarmado, abrí el maletín y saqué el Bastón. Ahora sostenía el bastón de Frondizi en mi mano, e iba a hacer con él lo que Frondizi deseaba poder hacer: golpear a un religioso.
”Chuperipitame la peripitonga”, le repliqué. Me gustaría haberle dicho algo más dramático.

Nos trabamos en combate. Por un momento ninguno se acercó, nos medimos mutuamente en silencio. Planeé fríamente donde golpearlo, observando cada movimiento, cada mirada, pensando cuál era su flanco más débil. El hacía lo mismo.

De improvisto, vino hacia mí, con una estocada imparable. Fue muy rápido. Era como tratar de enfrentarse al jefe final del Doom con la pistolita chota. Me despedí de la vida, puteando al Huevo Sánchez.

En eso se abrió la puerta y entro un cana al cual era más fácil saltarlo que darle la vuelta.
“¡¿Que pasa acá?!”
“ES ESTE HOMBRE, TRATANDO DE ATACAR A UN POBRE DESVALIDO” dije, echando todo el peso de mi cuerpo sobre el bastón.
El cana sacó su revolver y abatió al Pastor con una velocidad inesperada de los 180 kilogramos de pizza gorreada embutidos en un uniforme que hacían a su persona. El pastor se arrastró, herido en las piernas. Creo que trató de decirle al policía que yo estaba portando el Bastón Presidencial de Frondizi, pero le propiné un presto bastonazo en la sien con efeto que lo dejó boludo. El policía actuó comprensivamente hacia esto (“Claro, lo comprendo, usted estaba enojado con su agresor”) y tras arreglar una “pequeña colaboración para el destacamento” me dejo ir tranquilo.

Caminé por las calles como el dueño del mundo, con el Bastón de Frondizi en la mano. Nunca la sonrisa de los Franciscos de Narváez fue tan brillante, nunca el viajé en el 541 tan grato, nunca el son tropical del reggaetón que escuchaban dos negros al fondo del Bondi me hizo sentir tan baby te quiero uouo. Miré el bastón de Frodizi: contando el que le había dado al pastor, este objeto ya tenía dos golpes en su historia. Lloré amargamente, pero de felicidad.

DÍA 4

Ya era hora de entregar la mercancía. Arreglé el encuentro con Berni y a la tardecita me tomé el 43. Al revés.

DÍA 5

Si te cuento la noche anterior tiramos para varias páginas más, así que la dejamos ahí. Basta decir que a las 12 del mediodía llegue al depto de Berni, con la ropa hecha jirones, una calcomanía de Sábado Bus en la frente, ferné en la camisa y una perforación calibre chico en la punta de un zapato, pero aún tenía el bastón. Toqué el timbre.
“Pase” me respondió un portero eléctrico.
“Hombre, tome un calmante” le respondí a aquél portero que se movía casi convulsivamente, y pasé.

Entre en un living. La voz de Berni, que había oído a través del teléfono, me recibió.
“Manfredi, un gusto. Me alegro de verlo en persona, y con el bastón.”
Lo miré. Pero no vi ningún Berni, ni tampoco un Monet, ni siquiera un Renoir: no. Lo que veía era al mismísimo Francisco de Narváez, en puta persona, sonriendo de una manera que hacía que la sonrisa de los carteles parezca sincera.
“¿Está sorprendido? Pues lamento que no podía darle datos reales por teléfono. Me lo pinchan constantemente, ya me tienen las pelotas infladas con eso.”
No podía articular una frase.
“Hombre, gracias por conseguir el bastón. Su recompensa será abundante. Usted sabe, yo, yo estoy lleno de guita”
Para probarlo, se sacudió un poco y cayeron billetes de cien dólares como si fuera un árbol en pleno otoño de la devaluación. Se enrolló un cigarro con un bono del Tesoro, me sacó el bastón de las manos y dijo:
“Ánimo campeón, tranquilo, que mis hombres lo están esperando para darle su recompensa. Se la ha ganado. Adiós, y no lo olvide: sólo un hombre seguro puede darnos seguridad.”
Francisco se arrancó el traje revelando un uniforme de kevlar, miró hacía arriba con una expresión beatífica, y al son de una música celestial (que, descubriría depssçués, provenía de un grabador) se elevó, voló atravesando el techo y salió de mi vida: en el cielo brillaba la Coloradoseñal. De las sombras salieron dos gorilas que me golpearon y me tiraron a la calle.

El Colorado me había cagado. Pensé en dar todo el asunto a conocer, pero luego consideré que el relato de que Francisco de Narváez me había encargado robar el bastón de Frondizi de un pastor brasileño coleccionista de perritos de todo por dos pesos, para luego quitármelo y salir volando por el cielo, no me daría credibilidad como testigo de los hechos. Me vengue de la única forma que pude: me infiltré en el depto, asalté la heladera y salí discretamente. Lamentablemente, la mayonesa de ave estuvo expuesta al sol durante el viaje de regreso en el 43, y a la noche me encontré que era incomible. Lloré, lloré amargamente.

3 comentarios:

  1. Jajaja, por el Amor de Dios. La parte cuando entra a la habitación llena de perritos fue increíble, mi cerebro la vio muy detallada jajaja. Un saludo.

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  2. jaja..loco posta qdeliran banda pero bien...

    De narvaez va a ser el proximo adolfito hitler

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  3. "Malvinas y Chacabuco", me muero, qué risa... Entré como lo habías planeado, buscando a otro Horacio Manfredi. Un saludo

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